Un desierto de hielo by Maite R. Ochotorena

Un desierto de hielo by Maite R. Ochotorena

autor:Maite R. Ochotorena [Ochotorena, Maite R.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2023-02-15T00:00:00+00:00


* * *

A los pies de la cama de Nils, Molly levantó la cabeza de forma repentina. Olfateó el aire, las orejas erguidas, atenta a lo que ocultaba la oscuridad. Su instinto le advertía del peligro. El brazo de Nils se había deslizado por el borde del colchón y colgaba inerte a su lado, rozando su lomo. La perra olisqueó y lamió los dedos de su mano. No logró despertarlo. Od dormía profundamente, roncando en su cama. Se volvió de nuevo, alerta. Lloriqueó. Quiso levantarse, pero estaba atada, como siempre. Levantó los belfos y mostró los colmillos gruñendo a la oscuridad.

—Molly, échate.

La voz de su dueño, gutural, lenta, la voz propia de alguien que duerme, resonó una sola vez, y Molly se tumbó obediente. Se relamió el hocico, nada conforme con esa orden. Ella sabía. Se mantuvo alerta escudriñando, olfateando, sabiendo.

Entonces algo penetró en el dormitorio flotando. Simplemente atravesó la puerta. Molly volvió a sacar los dientes, pero no intentó moverse. Una masa etérea sin forma refulgía en la oscuridad, como si mil suaves chispas de una fría luz azulada emitieran pulsos luminiscentes en su interior, igual que las estrellas en el cielo. Se acercó a la perra sin llegar a tocarla y se quedó ante ella. Molly agachó las orejas y gimió asustada.

Mientras tanto, Nils continuaba sumido en un profundo sueño. La perra siguió con los ojos el desplazamiento de aquella forma evanescente sin dejar de gruñir. La vio flotar hasta colocarse encima de su dueño, a apenas unos centímetros de su cara. Nils no reaccionó. El vello de su cuerpo y su cabello se erizaron atraídos por la carga eléctrica que desprendía. Su piel, iluminada por el resplandor que emitía su visitante, se veía azulada. El ser observó un buen rato al guía noruego, luego se meció por el dormitorio, deteniéndose aquí y allá. Al fin se dirigió a la puerta y la atravesó, desapareciendo igual que había llegado. Todo quedó a oscuras.



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